La gastronomía es uno de los invitados principales a las celebraciones de los mexicanos, los sabores permiten identificar la festividad y el pan de muerto también viste las herencias culturales.
Para Javier y Nicolás, creadores de Asbaje Bakeshop, decidir emprender con una panadería en la que sólo se emplea masa madre no fue sencillo, tuvieron que renunciar a sus trabajos y apostarle a los sabores orgánicos.
El esfuerzo dio frutos y eso se refleja en los sabores otoñales y de Día de Muertos, pues merecen no sólo una buena presentación, sino un arraigo a los sabores ancestrales.
“Para mí significa mucho, es de mis temporadas favoritas, siempre desde niño es como que pensar en la persona que extraño porque ya no está aquí y de alguna forma se siente, y compartir la comida, y compartir un panecito, significa demasiado y por eso le ponemos mucho esfuerzo”, comentó Nicolás.
Tradición orgánica para el pan de muerto
En su pequeña panadería, ubicada al interior de Casa Espora en la colonia Santa Clara de Toluca, donde los productos son orgánicos y a un precio justo, ofrecen una gran variedad de panes, pero todos con la misma masa madre que pasa por dos procesos de fermentación y que lleva “viva” 2 mil 414 días.
Para esta temporada, los colores y sabores tradicionales resaltan en la vitrina, por lo que buscaron no sólo innovar, sino ofrecer un toque especial a los sabores más esperados para estas fechas.
“Tenemos, por ejemplo, un pan muy mexicano que lleva chocolate, es una hogaza que lleva chocolate, que lleva chile y se cubre en ceniza de totomoxtle que es la que cubre al maíz; la guayaba rosa también es muy popular aquí”.
Pero no sólo se trata de innovar, sino también de rescatar tradiciones, darles ese toque orgánico y preservarlas en la mesa de sus clientes.
“Ahora sacamos un plan muy tradicional de Oaxaca que es el pan de yema, en particular al pan de yema en esta temporada le agregan una carita, esa carita representa a sus difuntos entonces aquí nos estamos apoyando de eso para tener una opción más tradicional”.
El pan de muerto tiene su origen en la época de la Conquista cuando los españoles, espantados por los sacrificios humanos en ceremonias religiosas por la población indígena, elaboraron un pan de trigo bañado en azúcar pintada de rojo que simbolizaba un corazón y la sangre del sacrificado.
Ahora esta tradición permite una combinación de creencias y sensaciones en el paladar, en especial el saber que, una vez que hay pan de muerto, los fieles difuntos se acercan a regocijar las ánimas de quienes los aman incluso más allá de la vida.