Su frondoso espectáculo llama la atención, con más de 250 años de antigüedad; el Árbol de las Manitas, ha sido parte emblemática de la Historia de Toluca, aunque actualmente está en peligro de extinción.
Todas las mañanas, cuando el Sol ya calentó las piedras que lo rodean, Dolores Colín barre las hojas secas del árbol que lleva cuidando toda su vida. Lo hace tranquila y con amor. Sabe que de él obtiene no sólo sombra sino también una forma de sustento pues las distintivas flores que le regala, en especial en invierno, las vende por sus propiedades para regular la presión arterial.
Árbol de la Manitas, símbolo toluqueño
La historia de este misterioso árbol comenzó cuando los Carmelitas de la iglesia del Carmen le regalaron a Eutimio Gómora, el bisabuelo de Dolores, una ramita en una maceta, la cual plantó en las inmediaciones de su hogar que, en ese momento, abarcaba más de una hectárea de lo que hoy se conoce como la colonia Lomas Altas.
Dolores forma la cuarta generación de protectores del árbol y ha enseñado a sus sobrinas a darle sus cuidados, a identificar sus dolencias e incluso a darles soporte a través de polines para evitar que las ramas se rompan por su peso.
A pesar de que investigadores botánicos le han insistido que el árbol está enfermo pues presenta manchas en sus hojas, ella afirma que no es así, y que es el humo de las cremaciones que se llevan en el Panteón Municipal lo que ha afectado al árbol desde el 2000.
«Si vienen y le echan el ojo pero la verdad es que nada más lo ven y no regresan, aquí sigo esperando los resultados de los estudios que le hacen».
Flores que cautivan
Entre noviembre y marzo, el enorme árbol se viste de gala y se pueden apreciar flores con forma de mano color rojo que resaltan de entre el follaje.
De acuerdo con la Historia, en 1803 Aimé Bonpland, acompañante de Alexander Von Humboldt en Toluca, le dio nombre y clasificación botánica a esta especie.
En náhuatl se llama árbol “Macpal–xochitl-cuauhuitl”, que significa “árbol con flor como la palma de las manos”, aunque también se le conoce como “ezmaitl” o “mano sangrante”, ya que las flores carecen de corola, el cáliz está constituido por cinco piezas rojas y los estambres están unidos en una columna e inclinados hacia afuera, lo que da la apariencia de una mano.
«Todavía viene mucha gente a verlo, sobre todo los fines de semana, pero ya no dejo que lo toquen, no sólo porque se secan las ramas, sino porque viene y las cortan, si me doy la espalda unos segundos. Tengo que cuidar, es mi herencia, mi bisabuelo se lo dejó a mi abuela, Candelaria Gómora, quien se lo encargó a mi padre Román Colín Gómora, y yo he dedicado mi vida a su cuidado, pues desde que soy una bebé el árbol ha estado de pie».
Relató que incluso para cortar las flores de uso medicinal, sus hermanos se suben al árbol en calcetines pues los zapatos lastiman y pelan las ramas.
«Yo vendo las flores en los tianguis y en los mercados, voy a Ixtapan de la Sal, a Tenango, a donde s pueda vender, ya no saco mucho”.
Dolores vende las flores en 5 pesos si están recién cortadas o da 10 por 3 pesos si ya están secas, y asegura que sus efectos en el cuerpo humano son sorprendentes en el especial en el corazón y las arterias.