Sus manos endurecidas por el yeso, la resina y la pintura no han parado en los últimos días. Para Jaír, aunque “está floja la chamba”, previo al Día de la Candelaria, ser parte de los resanadores de imágenes religiosas ha sido un modo de vida en una ciudad como Toluca, donde las fiestas católicas se viven cada vez con menos fervor.
Su pequeño local es familiar, el oficio lo aprendió de su madre hace 26 años y, a la fecha, continúa pegándole o creándole deditos, brazos, piernas, pestañas y hasta la cabeza a las figuras que le llegan.
De repente también debe rescatar figuras de madera, las más antiguas pues hace más de 20 años que se hacen de otros materiales, menos duraderos, pero también más fáciles de reparar.
Resanadores por herencia
Ubicado sobre la calle Gómez Pedraza, a una cuadra del centro de Toluca que alberga dos iglesias, una catedral y una capilla, en el negocio de Jaír, que carece de nombre, decenas de personas llegan con trabajos de urgencia. El Día de la Candelaria les pisa los talones y deben tener resanado y vestido a su Niño Dios.
Jaír y su esposa Santa atienden con toda la amabilidad que pueden entre figuras religiosas, ropones, pintura, yeso y aerógrafos.
“Significa mucho porque lo aprendimos de la familia, nos dejó la herencia mi mamá, pero Dios me mueve la mano”, comentó Jaír mientras daba los últimos toques en dorado a un Niño Dios tradicional de casi 60 centímetros de altura.
Para Santa, además de una tradición que aviva a la fe de los fieles católicos, en especial en el Día de la Candelaria, es también un modo honesto de ganarse la vida, pero que viene por temporadas.
Si bien trabajan todo el año, sus épocas de venta se concentran en los días previos a la Candelaria, al de la Virgen de Guadalupe y Navidad.
“Mi suegra empezó a hacerle los deditos de migajón, ya tiene mucho tiempo que ella empezó a hacer eso. Después la siguieron sus hijos”.
Ahora tardan aproximadamente una hora por figura, desde que se resana, se pinte y se viste, por lo que esperan que las ventas, al menos, alcancen el nivel que tenían antes de la pandemia de covid.
Reavivan fe por el Día de la Candelaria
Entre los clientes habituales está Lucía Vargas, quien se conmueve hasta las lágrimas al reconocer que las tradiciones católicas son lo que la conectan con sus padres.
“Es una tradición muy bonita, nuestros padres hacían lo mismo ¿por qué no vamos a seguir nosotros también? Me gusta mucho. Año con año no le cambio, el 2 aunque sea lunes, martes, jueves, el que sea, siempre va a ser el mismo día, el que sea, no le cambio”.
Mientras que, para Enrique Gómez, el catolicismo es parte de su esencia, aunque esta religión haya perdido adeptos entre las generaciones más jóvenes. Su devoción es tal que, incluso, manda a vestir las figuras que le salen en la Rosca de Reyes para la presentación en la Iglesia durante el Día de la Candelaria.
“Esto es lo que soy, representa la parte que soy, de dónde vengo, cuáles son mis valores, cuál es la forma en que vamos creciendo. Esto me ayuda a mí y a mi familia a seguir teniendo los valores, a ver cómo vamos, todo lo bueno que nos representó Él”.
En esta temporada, los trabajos pueden ir desde los 40 pesos hasta los 280 sólo en el proceso de resanado, a eso se le debe sumar el ropón.
Mientras que los ropones, con lo que se simboliza la presentación de Jesús en el templo judío, está entre 100 pesos y 450.
Si bien la tradición ha cambiado de generación en generación, pues mientras los adultos mayores atesoran a sus niños Dios y les buscan nuevos ropones año con año, si tienen un desperfecto los mandan a arreglar, la realidad es que los jóvenes van perdiendo el interés.
Es por ello que optan por comprar una figura nueva o bien, no celebrar la presentación de Jesús al tempo, en especial porque no se trata de un día de asueto.