Palomitas de maíz, granos, pan, guajolotes y flores toman relevancia en San Antonio Las Huertas, una comunidad de San Felipe del Progreso, al norte del Edomex, donde la fiesta al Santo patrono de la localidad se torna en un desfile de sincretismo.
Ataviados con trajes típicos mazahuas, los habitantes de San Antonio danzan y queman copal para agradecer al santo.
Son ellas, en sus trajes que se destacan por las faldas con tablas que mantienen su rectitud pese al viento, los encajes y los colores chillantes como el rosa mexicano o los más sobrios como el vino, las que encabezan el depósito de las ofrendas en la iglesia principal.
Comienzan a cantar y el recinto eclesiástico cobra viva y se inunda de espiritualidad.
Durante la procesión van ellas y los niños el frente custodiando la imagen de San Antonio de Padua, les sigue la Banda y los chinelos, los danzantes de Los Arcos, las danzantes, los vecinos y al final los jinetes.
Son más de 200 personas que le ponen pausa a su trajín hilvanando o en el campo durante cuatro días para pedir por lluvias, pues los años son cada vez más secos, aseguran. Tan sólo entre mayo y junio ha llovido en tres ocasiones. No más.
Palomitas de maíz, símbolo de fe
El maíz es el sustento de la región mazahua del Edomex, aunque no les genera ingresos cuantiosos, “de hambre no se mueren”.
Esta región, en la que de acuerdo al CONEVAL 75% de las personas viven en situación de marginalidad, se debe a la tierra y a que se ha convertido en un semillero de migrantes.
Entre las casas a medio construir, resaltan las de dos o tres pisos que ya no son de madera y adobe, algunas aún están en obra negra en espera de las remesas.
En ese paisaje boscoso en el que las milpas y las casonas resaltan, los caminos de tierra aún se respiran. Se respiran porque con la sequía es polvo más que un camino, del que mancha los zapatos por más que se lustren y los pasos se den con cuidado.
Las fiestas patronales en la región son una muestra de que, con el rescate de las tradiciones, la comunidad puede salir adelante.
Una de las más significativas es la que gira en torno a San Antonio de Padua, por quien se llama San Antonio de las Huertas.
“Hace más de 100 años que la celebramos, para nosotros significa mucho. Es parte de nuestras creencias, las que nos dejaron los abuelos”.
Entonces las mujeres vestidas de gala irrumpen en la iglesia Los Ramilletes, cantan, encabezan las oraciones y depositan las ofrendas. Las palomitas de maíz reventadas se convierten en un tipo de flor de ornato por lo que las llevan de collares, las colocan como guirnaldas alrededor de su santo, acompañadas de pan. Y esa es la característica de esta localidad.
“Le damos gracias al señor San Antonio y le damos gracias que nos dejó está tradición”, comentó en mazahua Margarita Garduño, vecina de San Antonio de las Huertas. Ella sabe que los mayordomos organizan, pero ellas ejecutan.
En esta tierra, más de siete razas de maíz se han detectado, entre ellas el maíz toluqueño que inspiró a las palomitas de cine.
“Lo que es las palomitas pues es producto del trabajo del campo, que nuestros abuelos ellos nos enseñaron la forma en cómo se preparan las palomitas y cómo se deben de adornar para, más que nada, ofrecer ante Dios primero y también a nuestro santo patrono del pueblo”, añadió Crisanto Maya, uno de los organizadores y quien ha dedicado su vida al rescate de las tradiciones.
Relató que ya van por la tercera generación de mayordomos, por lo que la preservación de la lengua, de las creencias y de la participación de los más jóvenes es punto clave para que en comunidad se avance.
“Me siento muy orgullosa porque somos originarios de esta comunidad, originarios de esta vestimenta igual que nuestros antepasados vestían humildemente con mucho respeto y al igual ahorita nosotros le ofrecemos nuestra vestimenta a nuestro patrón, queremos seguir y rescatar lo que nuestros antepasados nos enseñaron”, explicó Margarita.
Una procesión de fe
Una vez que las ofrendas se colocaron en el templo y el copal ayudó a elevar sus oraciones a los cielos, los fieles devotos de San Antonio de Padua bajan la imagen y la cargan durante poco más de un kilómetro.
Llegan a una cancha de fútbol donde hay un pequeño altar adornado con palomitas de maíz y pan, ahí continúan con las festividades.
“Hay mucha seca y con esto, esperemos en Dios, que, con las oraciones dedicadas a él nos conceda nuestra petición”, dijo Crisanto.
Fe en Dios y no en los políticos
En esta localidad la de esperanza de una temporada más próspera se la encomiendan a Dios y a sus santos, no a los políticos.
Margarita, sentada a la sombra, lamentó que San Antonio de las Huertas es una de las comunidades más olvidadas por el gobierno estatal y por el municipal.
“Los apoyos se concentran allá en el centro del municipio, aquí unos cuantos reciben, pero no, la gente vive de su parcela, de sus huertos. La verdad es que cada vez somos más pobres, imagínese que pagamos el kilo de papa a 44 pesos”.
La misma postura mantiene la mayoría de los habitantes, quienes se reconocen devotos a su patrono porque confían que él sí los ayude a salir del bache.
En el Estado de México viven 8 millones 342 mil personas en condiciones de pobreza, lo cual indica que 48.9 por ciento de la población se encuentra en esta situación de marginalidad.
De acuerdo con el más reciente estudio del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) San Felipe del Progreso, San José del Rincón e Ixtlahuaca, en la región mazahua, más de 75 por ciento viven en situación de marginalidad, lo mismo que Villa Victoria.
San Felipe del Progreso, uno de los más pobres es semillero de migrantes; ahí sus habitantes no confían en los políticos para que se les resuelvan las problemáticas comunitarias.
“Hay gobernantes que nada más se burlan de nosotros, las comunidades marginadas, pero que finalmente, no se vale señalar. Yo he dicho, todo gobernante son seis años, tres años, y si ellos no cumplen, son observados y criticados por ellos mismos”.
El Coneval señala que un millón 410 mil mexiquenses se ubican en pobreza extrema, por lo que el reto para la siguiente administración, señalan quienes viven en esta condición, es acercarlos a la línea de bienestar.