El Día del Padre tiene un nuevo significado para Alberto y Diego, quienes este año lo celebran por primera vez con su hija Ary. Hace cuatro meses la adoptaron en el Estado de México, luego de un proceso que transformó no solo su vida legal, sino también su forma de habitar el amor, la rutina y los afectos.
Durante años hablaron de la posibilidad de criar, pues tenían claro que querían ser una familia, pero no apresuraron la decisión. Construyeron estabilidad, compartieron proyectos y, cuando el deseo fue más fuerte que la duda, comenzaron a buscar información. Una amiga cercana les habló sobre la adopción y fue entonces cuando se acercaron a las instituciones.
En noviembre de 2023 fueron admitidos en la lista de espera. Apenas dos meses después les notificaron que una niña podía integrarse a su familia. Ary tenía tres años y una presencia que, desde el primer encuentro, se sintió cercana. Caminó hacia ellos sin titubeos. Diego dice que en ese instante se supo papá, sin necesidad de títulos ni ceremonias.
Día del Padre como inicio de lo cotidiano
Desde febrero, los días de Alberto y Diego cambiaron. La casa se llenó de juegos, cuentos y pasos pequeños. Descubrieron que la paternidad no es un acto idealizado, sino un ejercicio constante de presencia. Aprendieron a sostener el cansancio, a escuchar sin respuestas y a abrazar incluso cuando hay berrinches. Nada se parece a lo que imaginaron, pero todo tiene sentido.
En el Estado de México, el proceso de adopción se realiza en etapas. Comienza con evaluaciones médicas, psicológicas y sociales en la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes. Si el resultado es favorable, se emite un certificado de idoneidad. Después, el expediente pasa al Juzgado Especializado en Procedimientos de Adopción, donde se resuelve la sentencia que reconoce el vínculo legal.
El procedimiento suele tardar entre seis y siete meses. Alberto y Diego reconocen que no fue sencillo, pero también aseguran que hubo acompañamiento institucional y voluntad de escucha. Por eso animan a quienes están considerando este camino a acercarse, informarse y confiar en la posibilidad de formar una familia sin moldes impuestos.
El hogar que construyeron sin pedir permiso
Este Día del Padre no tiene moños ni retratos. Tiene dibujos torcidos, cuentos contados una y otra vez, desayunos lentos y una niña que se siente en casa. Ary llegó con sus propios ritmos y desde entonces la vida se organiza a su alrededor. No esperan perfección ni aprobación, solo el derecho a criar con ternura y responsabilidad.
Alberto y Diego no buscan representar a nadie. Solo quieren compartir que también estas paternidades existen. Que el amor puede tomar formas diversas y que hay niñas y niños esperando ser parte de un hogar. Para ellos, ser padres no es una etiqueta, es una práctica diaria.
Hoy celebran el Día del Padre con la certeza de que la familia no se hereda, se construye. Y que cada día compartido con Ary confirma que lo esencial no pasa por los apellidos, sino por la decisión de estar, cuidar y permanecer.