Longino Celestino Zetina Reyes caminó hacia la libertad la tarde de este martes. Afuera del penal de Tenango del Valle lo esperaban su esposa, sus hijos y los integrantes del colectivo Haz Valer Mi Libertad. Adentro dejaba el uniforme caqui que usó durante más de 14 años por estar injustamente preso. Salió con un suéter verde, pantalón café y una historia a cuestas que no se borra con la apertura de un portón.
Fue condenado por homicidio calificado en 2010. Pero en 2024, la Sala de Asuntos Indígenas del Poder Judicial del Estado de México concluyó que hubo graves fallas en su proceso. En realidad, los hechos correspondían a un homicidio en riña, cuya pena máxima es de 10 años. Longino ya había pasado casi 15, injustamente preso.
Una vida detenida por errores del sistema
Durante el juicio, nunca tuvo una defensa adecuada, ni se consideró su contexto indígena ni las condiciones reales del caso. Tenía 45 años cuando fue encarcelado. Hoy, a los 60, su mayor anhelo no es recuperar lo perdido, sino volver a sembrar, caminar el campo y mirar a su esposa sin un vidrio de por medio.
“Soy libre, gracias, gracias por todo el apoyo, por todo el apoyo que le dieron a mi esposa, a mis compañeros. No se desanimen, también hay ley, hay justicia… Le doy gracias a mi esposa más que nada”.
En prisión, terminó la secundaria. Dice que le gustaría estudiar más, pero que la tierra lo llama. La misma que lo esperó por años mientras él pasaba sus días entre talleres, rutinas carcelarias y la ausencia.
“Soy un hombre de trabajo, nací en una familia pobre. Mi papá murió cuando yo tenía siete años, por eso no tuve estudios. Pero aquí en el penal terminé la secundaria. Quiero seguir, terminar la prepa… pero ya tengo mi edad. Lo que quiero es estar con mi esposa, trabajar, volver a ver los campos verdes”.
Injustamente preso, acompañado por un colectivo
La historia de Longino no es única. Desde 2022, la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México ha promovido 19 solicitudes de amnistía, entre ellas la suya. Han sido liberadas 15 mujeres y 4 hombres, la mayoría injustamente presos, sin pruebas sólidas, sin intérpretes, sin defensa idónea.
El colectivo Haz Valer Mi Libertad ha acompañado estos casos, visibilizando la situación de personas indígenas, sin alfabetización legal o en pobreza extrema, atrapadas en procesos sin justicia. Una de sus integrantes compartió lo que sintió al ver salir a Longino:
“Hoy aprendí algo de ustedes: no son números, son personas. Las sentencias que se emiten transforman y cambian vidas para siempre, las destrozan. Pero hoy se puede reconstruir lo que por mucho tiempo se perdió. Aquí seguiremos luchando por la libertad de nuestros presos inocentes”.
Un regreso sin rencor, pero con memoria
Longino no guarda odio. No habla de castigos ni exige compensaciones. Solo quiere trabajar, vivir tranquilo y pasar los años que le quedan junto a la mujer que lo esperó. No puede recuperar el tiempo, pero sí puede sembrar algo nuevo sobre lo que aún tiene.
Su historia es una más entre muchas que aún esperan justicia. En un país donde miles siguen tras las rejas sin pruebas ni defensa, su libertad es apenas un comienzo. Una oportunidad para recordar que la cárcel también encierra inocentes, y que la lucha no termina con la salida de un penal.