Susana despierta todos los días con acompañada de la risa de una bebé, hace un año y medio se enteró de que iba a ser madre; sin embargo, esta realidad la vive detrás de las rejas pues está acusada de haber participado en un secuestro.
Datos de la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL) 2021 del Inegi, revelan que se estima que siete de cada 10 mujeres que se encuentran en prisión tienen al menos un hijo y casi el total son menores de edad.
La pequeña de Susana apenas tiene siete meses, pero su energía mantiene ocupada a la joven madre y centrada en sus deberes para protegerla. maternar en prisión no es lo ideal, pues reciente físicamente que es la única a cargo de su bebé; aunque no en lo emocional.
El derecho a vivir con la madre es uno que se protege, es por ello que en cinco penales mexiquenses viven 23 pequeños de entre 0 y 3 años, que es lo que la ley de procedimientos penales permite.
En el penal de Santiaguito, ubicado en Almoloya de Juárez, Susana pasó de vivir en una celda común al área A-1, que es la de maternidad. Ahí hay colores y dibujos en las paredes. Parece incluso la entrada a un área donde los barrotes toman otro significado, uno que se asemeja más a la protección que al encarcelamiento, aunque sea sólo por tres años.
“Es una rutina, mi bebé se levanta entre 06:30 y 07:00, le doy de comer y nos bañamos, eso es lo que más disfruta, estar en el agua. Sí es muy distinto a lo que sería afuera porque aquí tienes que hacer las cosas tú sola, no tienes a tu pareja, no tienes a tus papás . Sí tiene su grado de complejidad, pero como no nos separamos ni un momento, siento que el vínculo es todavía más grande”.
Diversos estudios refieren que antes de los 6 años, las infancias no dimensionan lo que es vivir dentro de un penal por lo que se protege el interés superior de la niñez al permitir que la primera infancia la pasen con sus madres, aunque sea detrás de las rejas.
Desde que supo que estaba embarazada, Susana se ha dedicado a defender su inocencia y busca reabrir su caso, pues sufre desde ahora la ansiedad de separación. Sabe que el tiempo corre en su contra ya que sólo tiene 2 años y medio más a lado de Lya.
Maternar en la cárcel
Se estima que, a nivel nacional, 400 pequeños viven con sus madres en los distintos penales, aunque no todos en las condiciones óptimas. En el Edomex son 23 en cinco penales, aunque sólo en dos hay un área donada por la sociedad civil para su sana recreación.
Al ser una población carcelaria, las y los pequeños se enfrentan en distintas ocasiones a un ambiente hostil, violento y de abusos. Así lo han alertado incluso desde la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
Para Juan Martín Pérez García, director de Tejiendo Redes Infancia en América Latina y el Caribe, la convivencia en las cárceles con menores de tres años tiene grandes desafíos, ya que las instalaciones necesitan ajustes razonables para que se logre el objetivo de proteger el interés superior de los y las niñas; además de que deberían implementarse políticas para que, si el delito no es grave, se pueda maternar en arresto domiciliario.
“Si el delito no fuera grave, en otros países se ha logrado, y el Poder Judicial tiene la potestad para hacerlo, de otorgar prisión domiciliaria, nuevamente, no por la mujer, sino por el derecho de los niños y niñas a vivir en familia. Estamos hablando de estos 23 niños que viven con sus madres, pero es altamente probable que ellas tengan otros hijos que están fuera y están solos lo que tiene un impacto en su desarrollo”.
El activista recordó que diversos estudios revelan que antes de los seis años, los infantes no comprenden lo que es vivir en la cárcel, para ellos, viven cerca de sus madres por lo que, si se tienen las condiciones adecuadas, el permitir que vivan intramuros con ellas mientras compurgan su sentencia tiene un impacto positivo, en especial durante el periodo de lactancia.
Pese a ello, Pérez García lamentó que con mucha frecuencia, la cárceles tienen dominio criminal por lo que los pequeños que están en prisión podrían estar en riesgo por lo que se debe ponderar su seguridad.
“Esto significa que si la cárcel tiene un autogobierno o hay riesgos para la integridad de cualquier tipo para el niño o la niña, es deseable y preferible que la madre tenga medidas de prevención domiciliaria para que pueda proteger a su hijo”.
Señaló que, a nivel nacional, las autoridades carcelarias han depositado la seguridad de los infantes en la madre, lo que es violatorio de los derechos humanos porque este rubro para ambas personas, es responsabilidad del Estado.
En ese sentido, Pérez García consideró que, además de vigilar las condiciones de los penales, se debería establecer un límite de convivencia por caso y no a partir de una ley generalizada.
“Susana”, madre en reclusión
Además de cubrir las necesidades básicas de su hija, Susana se levanta para estar lista y llegar a los talleres de la Bebeteca, un área donada por la Fundación Reinserta en la que las infancias pueden desarrollarse sanamente.
Un estudio publicado por el Senado de la República señala que el número de mujeres en los reclusorios o centros de readaptación social ha ido en aumento en nuestro país.
“Mujeres que cometen delitos por necesidad económica, por amor, por miedo. Distintas causas y consecuencias son las que provocan los delitos de las mujeres”, se señala. Con esto dicho, se abre la discusión sobre la invisibilizada consecuencia de la maternidad en prisión.
En el Informe Especial de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos sobre las Mujeres Internas en los Centros de Reclusión de la República Mexicana se menciona la “preocupación por las condiciones y el trabajo que se brinda a las mujeres que se encuentran privadas de la libertad y a los niños y niñas que viven con sus madres internas, a partir de una evaluación a los centros de internamiento donde se alojan”.
“De ahí, que la propia CNDH estime necesario que la autoridades tomen medidas y acciones para que se garantice el pleno respeto a los derechos humanos de estas personas” se señala en la investigación del Senado.
Una de las respuestas fue otorgada por Reinserta cuando se fundó la primera Bebeteca en el penal de Santa Martha Acatitla en la Ciudad de México y, seis años después, la primera en el Edomex, en el penal de Santiaguito.
Ahí, Susana pasa las mañanas con su hija entre pelotas, libros, juguetes, peluches y talleres de crianza positiva, estimulación temprana, desarrollo motriz, cognitivo, habilidades de lenguaje y habilidades sociales para el desarrollo de los niños o niñas que se encuentran dentro de la prisión con sus madres y se desarrollen lo más cercano posible a cómo vive un niño fuera de prisión.
Llega temprano y comienza con la estimulación, pero también a crear comunidad pues es este penal viven seis menores más, quienes también están a cargo de otras mujeres privadas , quienes laboran en la Bebeteca.
Una de ellas es Cinthya, también recluida por secuestro. Al convivir con las y los pequeños, su estancia en el penal ha sido llevadera, pues enfrenta una condena de 116 años.
Además de impartir talleres y vigilar que todo sea utilizado de manera correcta, también le ha tocado dar apoyo emocional a las madres, pues una vez que los menores son excarcelados, la depresión llega.
“Yo no soy mamá, pero aquí he aprendido muchas cosas con los niños, con las propias mamás, con los talleres que se imparten”.
“Es complicado para ellos porque empezamos a decirles sobre el desprendimiento, enseñarles nuevas cosas porque de aquí salen y pues van con otras cuidadoras, entonces a algunos sí les vamos diciendo ‘no, pues ya vas a ir a la escuela, te vas a ir a una escuela donde va a haber más niños, vas a aprender nuevas cosas’, pues su desarrollo va a ser diferente ¿no? Entonces sí impacta el hecho de decirles que va a haber un desprendimiento de la mamá y del niño, y más para las mamás”.
Lo que sí reconoce es que la Bebeteca visibilizó a las infancias en penales, que hasta hace unos años sólo eran preocupación de los familiares.
En total, en el Estado de México habitan 23 niños en los penales, de estos, seis están en Santiaguito, dos en el de Chalco, dos en Chiconautla, ocho en Neza-Bordo y uno en Texcoco; aunque esta cifra queda corta cuando se toma en cuenta que 2 mil 500 niños a lo largo de la entidad mexiquense visitan todos los días a sus mamás y papás dentro los centros de prevención y readaptación social de la entidad.
Texto: Fernanda García
Imagen: Ramsés Mercado