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Murales de Tlalmino rescatan identidad mazahua en Tlalchichilpan

La artesanía pirotécnica, las danzas y la agricultura, son los principales temas de los nueve murales que decoran las paredes de la primaria Miguel Hidalgo, mismos que fueron gestionados por los integrantes del colectivo Tlalmino.

Murales Tlalmino

Con la intención de dar matices de identidad a los menores de la comunidad de San Mateo Tlalchichilpan, ubicada en el municipio de Almoloya de Juárez, Estado de México, los colores comenzaron a representar a una comunidad mazahua que resiste el embate del tiempo.

Durante una semana, once artistas de distintos puntos de la entidad tomaron la pintura y la brocha para ponerle rostro, color y talento a los rasgos característicos de esta comunidad amenazada por la urbanización.

Murales Tlalmino

Desde los muros exteriores, los murales dan la bienvenida a la comunidad, por lo que la regeneración del tejido social, aseguró Kevin Reyes Arellano, uno de los integrantes de Tlalmino, comienza.

“Es un proyecto autogestivo desde la organización Tlalmino, nosotros llevamos habiéndolo desde 2016 y esta ocasión tocó de nuevo en Tlalchichilpan, ahora en esta escuela que es céntrica y en la que se concentran parte de las infancias de esta comunidad”.

Las temáticas, dijo, son la cultura, los usos y costumbres, así como las tradiciones y la espiritualidad.

Murales Tlalmino

Almoloya de Juárez solía ser parte de la periferia de la Zona Metropolitana del Valle de Toluca; sin embargo, desde hace 20 años diversos complejos habitacionales se han desarrollado en la zona, muchos de ellos sin éxito como Colinas del Sol, abandonados no sólo por la carencia de servicios eficaces de movilidad sino también por la delincuencia.

Aunque, sin importar su éxito, como el del complejo La Loma que ofreció en su momento casas de interés social a precios accesibles, los campos de maíz y los talleres de pirotecnia fueron desapareciendo de la postal tradicional de este municipio de 438 kilómetros cuadrados de extensión.

Los murales de Tlalmino como respuesta a la violencia

Cristian Ortiz Eleno, originario de San Mateo Tlalchichilpan, la tierra colorada donde se hace pirotecnia, comenzó a gestionar el encuentro de muralismo “Yo Tsiji, Los Colores en Mazahua» porque observó que las tradiciones, los mitos y leyendas, y las actividades comunitarias.

“Esto debido del crecimiento poblacional del Valle Matlatzinca que aumenta por el tren interurbano México-Toluca. Aquí estamos rescatando los cimientos de una comunidad que esperamos que se abra a más espacios como éste y que se reivindiquen”.

Para Víctor Camacho Zamora, director escolar de la primaria Miguel Hidalgo, que fue beneciciada con los colore mazahuas, el proyecto fue recibido con alegría pues motiva a las infancias a involucrarse en la cultura y el arte.

“Él pensaba que yo le iba a poner trabas, pero no, yo quería que pintara en la barda y me dijo que podía haber más murales, yo sólo pensé que era una excelente idea. Este esfuerzo significa el rescate de la cultura porque le preguntábamos a los chicos cuántos de sus familias todavía se dedican al cultivo o a la pirotecnia… Cada vez son menos”.


Sembrar maíz y enredar carrizo
, eran actividades que se dominaban desde la infancia en Tlalchichilpan, con el paso del tiempo y el crecimiento de las zonas industriales, en vez de campesinos, reconocieron, hay foráneos y obreros.

Para Kevin Arellano, uno de los fundadores de Tlalmino, los encuetros de murales han ayudado a embellecer y pacificar los espacios públicos tanto en lo rural como en lo urbano, por lo que la autogestión de los mismos es un reflejo de lo que la ciudadanía requiere, para lo que se necesita sumar esfuerzos.

Los trazos comenzaron a tomar forma y los Judas, los venados, las leyendas y el maíz motivaron a las infancias de esta primaria que de rural le queda poco, a ahondarse en la cultura de sus raíces.

“Mis abuelos hacían pirotecnia, pero ya no porque es peligroso. Es bonito verlos ahí, las luces, todo”, comentó Juan, estudiante.

“Mi mamá sí tiene su parcela, pero a los vecinos ya no les gusta la cosecha”, añadió Laura.


Para ellos, los espectadores del arte comunitario, el sentirse representados con arte, verse reflejados desde el color de su piel hasta las danzas de sus abuelos, significó comenzar a entender el sentido de comunidad.

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