Los lavaderos comunitarios en los que la gente solía llegar a lavar las preocupaciones, enjabonar las últimas noticias de la comunidad, tallar las penas y exprimir las alegrías; ahora son empleados por quienes no tienen agua en su casa.
Tan pronto como el sol comienza a calentar, Rosa llega al lavadero comunitario de San Bartolomé Tlaltelulco, en Metepec. Lo hace con una carretilla llena de ropa sucia, un poco de jabón y suavizante.
En su casa no hay agua con suficiente presión para que pueda lavar ropa, así que aprovecha este lavadero que se alimenta de un ojo de agua desde hace más de 70 años.
En el Valle de Toluca, la falta de mantenimiento a pozos y el recorte en el suministro del Sistema Cutzamala, ha provocado un cambio en las prioridades higiénicas. Ya no es necesario lavar ropa todos los días, tampoco trapear los hogares. El agua que llega es para bañarse, aunque sea a jicarazos, y para poder limpiar el WC.
Es por ello que, al menos dos veces a la semana, los vecinos de esta comunidad llegan al lavadero.
Tradición heredada de generación en generación
Por lo regular, Rosa es acompañada por sus hijas quienes aprovechan que el agua fluye para poder usar ropa limpia. Aunque también llega sola, camina más de 3 kilómetros con la carretilla.
Llegar es fácil, dijo, lo pesado es regresar con la ropa húmeda porque el peso aumenta.
“El lavadero nos saca de necesidad, como ahorita, en mi casa tengo poquita agua por eso me vengo a lavar acá. Vengo desde hace 20 años, en mi casa ahorita llega el chorro a la media noche y hay que levantarse para guardar una poca para el día, no me alcanza para limpiar ni nada”.
Si bien los lavaderos públicos eran comunes el siglo pasado, con la llegada de las lavadoras, éstos fueron cayendo en desuso, pero no en Tlaltelulco. Aunque no hay ríos en la comunidad para lavar en las orillas, está este lavadero que cuenta con 24 espacios.
Vecinos salvaron los lavaderos comunitarios
Mientras pone la ropa a remojar, Rosa recuerda que en un inicio, el Ojo de Agua congregaba a las amas de casa, después de ello, se construyó un lavadero comunitario al ras del piso. Tallaban hincadas en piedras.
“Hace unos años el equipo de futbol de aquí nos construyó en alto los lavaderos, había una casita, un cuartito en el que nos refugiábamos de la lluvia, pero lo quitaron que porque ahí hacían cochinadas y también dejaban basura”.
Aunque aseguran quienes ahí lavan que nadie es dueño, saben que el predio ya fue municipalizado y que en él se intentó hacer un criadero de truchas, por lo que los vecinos se organizaron para rescatar el lavadero.
“Han querido cerrarlo, hasta nos pusieron una malla alrededor, pero no nos dejamos. Antes había varios lavaderos en la comunidad, pero ya están secos, por eso lo defendemos”.
La sequía no da tregua en el Estado de México, eso se refleja en San Bartolomé Tlaltelulco, donde la presión del agua que emana del Ojo de Agua ha bajado en los últimos cinco años. Aunque el lavadero se llena y chorrea.
Te puede interesar: “Caminamos donde nadábamos”; el saqueo la presa de Valle de Bravo
Y justamente porque se escurre el agua, que va a parar al drenaje, los usuarios comienzan a reparar en el desperdicio. Aunque, sin apoyo municipal, dijeron, no tienen forma de captar el agua si no es con cubetas cuando llegan a la zona.
Pero mientras lavan, preocupados porque en casa no hay agua y, al mismo tiempo, tallando con la herencia de decenas de mujeres que, antes de ellas, llegaron a este cuerpo de agua para enjuagar las penas y tener un poco de ropa limpia, agradecen que aún hay lugares donde brota el líquido, lo que les permite hacer comunidad o, al menos, intentarlo.