Pobladores de la región tlahuica de Ocuilan bloquearon la carretera Toluca-Cuernavaca, en la ruta a las Lagunas de Zempoala, en donde se exhiben los estragos de la tala clandestina incluso a pie de carretera.
Hace dos décadas, el Bosque de Agua, hogar de oyameles y pinos, se extendía majestuoso; hoy, más de mil hectáreas han sido arrasadas por la tala clandestina.
En respuesta a esta devastación, los comuneros de San Juan Atzingo protagonizaron una manifestación este viernes, coincidiendo con el Día Mundial del Agua y el Día Internacional de los Bosques.
Una batalla desigual
Armados con machetes, palos y resorteras, los tlahuicas buscan proteger el Bosque de Agua. A pesar de sus esfuerzos, se enfrentan a múltiples obstáculos.
La presencia de más de 20 células delictivas dedicadas a la tala ilegal, la corrupción que facilita la obtención de permisos fraudulentos, y la ausencia de acciones contundentes por parte de las autoridades, han convertido la lucha por la preservación forestal en una batalla cuesta arriba.
La tala clandestina es de todos los días
Cada día, los habitantes de las comunidades cercanas al Bosque de Agua observan el paso de unas 50 camionetas cargadas de madera, provenientes de aserraderos clandestinos que operan impunemente en Santa Martha y Santa Lucía.
A pesar de las denuncias y la detección de órdenes de aprehensión pendientes, la tala ilegal continúa sin cesar.
La falta de una tipificación clara como delito grave a nivel federal, sumada a la complicidad y la falta de conciencia ambiental, han permitido que la destrucción avance sin freno.
Con bloqueo, exigen justicia ambiental
Los manifestantes exigieron acciones concretas para detener la tala clandestina y proteger los bosques.
Solicitaron sentencias severas para quienes depredan el entorno natural, así como el fortalecimiento de los mecanismos legales y de vigilancia.
Además, demandaron la colaboración de diversas instituciones y sectores de la sociedad para enfrentar este problema de manera integral.
A pesar de la falta de apoyo gubernamental, los comuneros se mantienen firmes en su compromiso de proteger el Bosque de Agua.
Con pancartas en mano y la determinación en el corazón, continúan su lucha, conscientes de que de su supervivencia depende el futuro de las generaciones venideras.
Aunque la ayuda del gobierno federal aún no haya llegado, su determinación es inquebrantable, aseguraron, incluso si ello implica enfrentarse con palos y resorteras a aquellos que buscan su destrucción.