Cuando los hornos de barro se encienden en la comunidad de Tecomatlán, perteneciente al municipio de Tenancingo de Degollado -al sur del Edomex-, el ambiente cambia de textura. Cada inhalación tiene sabor y sensación a saber-hacer. El pan artesanal aquí tiene historia, sabe a familias horneando juntas, a la Historia de un pueblo.
A las 03:00 de la mañana don Antonio Garcés comienza a preparar la masa con la que habrá de preparar sus panes artesanales en horno de barro, se trata de una rutina que le fue heredada por su padre y que a él, también le heredaron.
“Lo hacemos por tradición, estamos hablando de principios del siglo pasado, del siglo XX, esto se pasa de generación en generación, vamos ahorita como la cuarta que se dedica a ser panadera”.
Don Antonio aprendió de su padre, pero ha modernizado el negocio. No sólo utiliza ahora una especie de mezcladora con lo que eficienta la preparación de la masa, sino que añadió su toque, más de siete sabores distintos.
Comienzan a hornear a las 05:00 de la mañana para que el pan esté listo una hora después y se pueda vender.
“Es nuestra fuente de trabajo, hacemos el trabajo con gran amor, con mucho gusto porque de ahí vivimos y de ahí nos mantenemos”.
Tecomatlán, un pueblo que sobrevive con pan artesanal
Mientras el horno cuece los panes a fuego indirecto, pues el calor se guarda en el barra, en la arena, en la piedra de río, en el vidrio y el tabique, que son los elementos que lo constituyen, en el cuarto contiguo se amasa, se rellena y moldea.
Es una actividad de familia que permite que haya no sólo un ingreso sino un lazo que permite que el conocimiento sobre la principal actividad económica de Tecomatlán, la panadería, llegue a las siguientes generaciones.
Pero no todo es tradición, los sismos de 1985 y el de 2017 dejaron estragos. Tecomatlán aprendió a ser un pueblo que sobrevive y se levanta de los escombros.
En ambos sismos, la mayoría de los hornos se vinieron abajo, la zona es sensible a los movimientos telúricos. Aun así, aprendieron que si una piedra se cae, se puede levantar.
Entonces hornean tanto como pueden y rezan para que no tiemble, pues si el horno se apaga, el dinero deja de fluir en sus hogares.
Hay prisa pero también risa, solidaridad, pasión y amor por el pan artesanal que llegó a esta comunidad con el arribo de los agustinos en 1537 a la zona sur de la entidad y detonó como actividad económica a inicios del siglo pasado.
En ese saber-hacer del pan artesanal de Tecomatlán trabajan 660 personas de la localidad en un total de 201 hornos que han sobrevivido a sismos o, en su defecto, tuvieron que ser reconstruidos.
“El pan se trabaja diario, el pan tiene la venta diaria, diaria para toda la gente y pues venir aquí y ver cómo se trabaja, cómo se hace, muchas veces se encuentra uno hornos que no saben cómo se trabajan ¿sí? entonces es una invitación a todo el público”.
Antonio Garcés, panadero
Cocoles, mestizos, carretas, pan de muerto, panes de sabores, todos son producto de manos artesanales que ponen un toque de su historia personal en cada pieza que amasan, rellenan, hornean y venden.