Con una cruz de madera pintada de color verde y el rostro cubierto con un velo para revivir la Pasión de Cristo, los integrantes de la Hermandad de los Crucíferos caminan por las calles del centro de Temascalcingo, al norte del Estado de México.
Desde hace 122 años, los miembros de la Hermandad representan dos veces a la semana, desde el Miércoles de Ceniza hasta el Viernes Santo, el viacrucis de cargar una cruz en el hombro, soportada apenas por sus piernas, un hombro y su devoción.
Para Miguel, miembro de esta hermandad desde la década de 1990, el mayor impulso es vivir un poco de lo que Jesús sufrió en sus últimas horas de camino al Calvario para ser Crucificado.
Se despoja no solo de los zapatos, sino también de su identidad, ya que va con el rostro oculto por un velo, y de sus miedos. No se prepara físicamente, sino espiritualmente para soportar una de las cruces más viejas y pesadas que utilizan durante la procesión.
“Es un gran orgullo, cada quien viene por diferentes motivaciones. Yo vengo desde 1990. Para mí, es pura devoción, lo físico pasa a segundo término”, comparte Miguel.
Cuando era más joven, cargaba las cruces ligeras y ahora, lleva a cuestas la más pesada, que también es una de las más antiguas, ya que las cruces son las mismas desde hace 122 años.
La historia de la Hermandad de los Crucíferos
José Manuel de la Cruz, presidente de la Hermandad de los Crucíferos, explica que esta comenzó en 1902 con una cruz, y desde entonces la procesión ha ido creciendo, con participantes de tan solo 3 años de edad.
“Tenemos varias procesiones, cada una con su significado. Comenzamos en el Miércoles de Ceniza con siete participantes, y se repite los miércoles y viernes. Una vez que comienza la Semana Santa, las procesiones son diarias hasta el Viernes Santo”.
Para los miembros de la Hermandad de los Crucíferos, cada paso es un sacrificio en nombre de la fe, pero también hay quienes se unen para cumplir sus mandas o pedir intercesión divina.
Este año, son 200 las cruces que recorren las calles en silencio mientras se reza el Rosario y suena un tambor y una flauta que marcan el paso de los crucíferos.
Van en silencio, expiando los pecados, soportando apenas una fracción de la Pasión de Cristo, vestidos de blanco y con la mirada fija en cumplir con la procesión sin desfallecer.
Las calles de Temascalcingo reviven la historia cada año, y durante los Días Santos la espiritualidad atrae a propios y extraños, permitiendo que la Hermandad de los Crucíferos crezca en devoción y tradición.